miércoles, 28 de noviembre de 2012

Confesiones de una mascara : YUKIO MISHIMA

Esra novela del escritor japones fue publicada en 1949 y supuso la consagración del autor en el panorama literario de posguerra.  La narración, efectuada en primera persona, y que evidentemente tiene connotaciones autobiográficas, nos cuenta las vivencias del protagonista desde su más tierna infancia y a través de la adolescencia hasta los veintidós o veintitrés años. El autor empieza diciéndonos que durante mucho tiempo afirmó, y estaba en realidad convencido, de recordar el instante de su nacimiento. Con esta aseveración el lector ya se da cuenta, desde el comienzo del libro, de que se encuentra ante una personalidad singular y fuera de lo corriente.
Sigue contándonos sus primeros años. Por ser el primogénito de la familia y estar ésta completamente dominada por la personalidad de la abuela, vivió al lado de ella, durmiendo en su mismo dormitorio, "siempre cerrado y con el aire impregnado de los olores de la enfermedad y de la vejez". En esta primera etapa de su vida, Kochan, como le llaman los demás, se nos muestra como un chico imaginativo que ya desde sus primeros años se siente atraído por todo lo masculino. Pero cuando la realidad le atrae excesivamente, su carácter retraído le impulsa a huir: "Ante aquello que he esperado con excesivas ansias, ante aquello que he embellecido en demasía en mis sueños previos, lo único que puedo hacer es huir". Su carácter extraño, su constitución enfermiza y la atracción que siente por su mismo sexo, aunque de pequeño y en su primera juventud no entienda lo que esto significa, le convierten en un muchacho diferente de los demás, que con toda evidencia los demás no comprenden. "En aquellos tiempos había comenzado a comprender vagamente aquel mecanismo según el cual lo que los demás consideraban una impostura, por mi parte, en realidad, era expresión de la necesidad de afirmar mi propia manera de ser; en tanto aquello que los demás suponían mi verdadera forma de ser no era más que una impostura".
Una vez terminada su infancia, Kochan nos habla de su adolescencia y del despertar del sexo, momento en que adopta la costumbre de masturbarse, acompañando siempre su excitación sexual con imágenes homosexuales y sádicas. A este propósito, nos habla del deleite que le proporciona la contemplación del "Martirio de San Sebastián" de Guido Reni y de la atracción que ejercen sobre él la sangre y la muerte. Se imagina la suya como la de un héroe que perece ensangrentado y en medio de los mayores sufrimientos.
Después de narrar su época escolar, durante la cual se enamora de un compañero mayor que él, inicia sus estudios universitarios, que coinciden con la segunda guerra mundial. En esta época él, que ya se ha dado cuenta de que es distinto de los demás, pues las mujeres, de las que tanto oye hablar a sus compañeros, no le atraen en absoluto, se cree enamorado de la hermana de un amigo.
Ello le proporciona la esperanza de que al final podrá convertirse en una persona normal. Se engaña una vez más. Cuando por fin la besa, no siente excitación alguna; sus imaginaciones eróticas nunca tienen por protagonista a Sonoko (éste es el nombre de la joven) sino los atractivos efebos con que se cruza durante el día en la calle, en el tranvía o en cualquier otro lugar. Y cuando la familia de ella quiere saber sus intenciones, huye una vez más y renuncia, dando excusas que nada tienen que ver con la verdadera razón.

…de entre todas las clases de degradación que se dan en el mundo, la decadencia de la pureza es la más maligna”.
…amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo?”

…un instinto oculto me exigía la búsqueda de la soledad, me exigía vivir aparte, como un ser diferente”.

¿Por qué es malo que siga siendo exactamente como soy? Estaba harto de mí mismo y, a pasar de mi castidad, me estaba arruinando el cuerpo”.

…aquello que me asqueaba era mi verdadera forma de ser, formaba parte de mi verdadera vida. Era como si creyera que aquellos habían sido años de un sueño del que podría despertar a la verdadera vida”.

Incluso es el caso de que se tratara de una pura mascarada y no de mi vida, realmente había llegado el momento en que debía ponerme en marcha, avanzar arrastrando mis pesados pies”.

…aquella tendencia a la introspección se debía, en mi caso, a que yo tenía mayor necesidad que los demás de comprenderme a mí mismo. Ellos podían comportarse de acuerdo con su natural manera de ser, mientras que yo debía interpretar un papel, lo que exigía notable comprensión y estudio de mí mismo”.

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