Amante de la literatura quechua y estudioso del folclore de su país, el peruano José María Arguedas Altamirano supo combinar, a lo largo de su carrera, sus actividades de novelista y traductor de libros en lengua indígena con las tareas de etnólogo.
Cansado ya de ser tratado como sirviente por la nueva familia de su padre, el futuro escritor decidió escaparse, en 1921, junto a su hermano Arístides. Juntos se refugiaron en la hacienda Viseca, donde convivieron durante dos años con los indios, período en el cual aprendieron sus costumbres y su idioma. Dos años después, su padre volvió a buscarlos.
Tras recibir formación académica en Ica, Huancayo y Lima, este joven interesado por el desarrollo tanto de la cultura occidental como de la indígena, ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para estudiar Literatura.
A partir de 1935, José María comenzó a publicar sus obras, dentro de las que se destacan “Agua”, “Yawar fiesta”, “Diamantes y pedernales”, “Los ríos profundos”, “Todas las sangres” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Pero no toda su vida giró en torno a la literatura: también trabajó como auxiliar de la Administración Central de Correos de Lima, fue nombrado profesor de castellano y geografía en el departamento de Cusco (cargo a través del cual descubrió su vocación de etnólogo), colaboró con el Ministerio de Educación(donde fue designado Conservador General de Folklore y Jefe de la Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho), representó al profesorado peruano en elCongreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro, fue nombrado Jefe delInstituto de Estudios Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana y dirigió la revista “Folklore americano”, entre otras actividades.
Pese a sus logros profesionales (que le valieron los premios Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias Sociales y Literatura, y el Inca Garcilaso de la Vega), la política cultural de su país provocó en José María Arguedas una gran decepción, motivo por el cual, en 1966, el escritor tuvo su primer intento de suicidio, hecho que volvería a repetirse el 28 de noviembre de 1969. Sin embargo, en esta segunda oportunidad el resultado fue el que él buscaba: cuatro días después de pegarse un tiro en la cabeza, el autor perdió la vida.
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