miércoles, 25 de abril de 2012

La amigdalitis de Tarzán

ALFREDO BRYCE ECHENIQUE. Esta novela podría calificarse fácilmente de sentimental, porque su principal objetivo consiste en el análisis de sentimientos. Sus protagonistas viven en un apasionado y constante desencuentro personal y hasta geográfico, un “amor acróbata”. Pero, el calificativo, aplicado y discutido en las historias literarias españolas al género cortesano propio del siglo XV (algo de ello aparece en el mismo Quijote paródicamente) y de forma más propia a cierta narrativa inglesa de la segunda mitad del s. XVIII, algo, aunque poco, tendrá que ver con las peripecias de Juan Manuel Carpio, un cantante peruano, y la salvadoreña Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes, educada entre la elite de su país, mas sin disponer de suficientes medios económicos. Bryce seguirá sus dificultades para sobrevivir. Tras pasar por oficinas y trabajar, incluso, en carpintería durante un breve período en los EE.UU, acabará componiendo canciones infantiles para Juan Manuel, cuando éste ya ha alcanzado popularidad. Aquella novela sentimental “clásica” se desarrollaba, por lo general, en forma epistolar. Y Bryce ha elegido aquí también este recurso. La mayor parte de la narración se desarrolla desde la perspectiva de Fernanda, a través de las cartas que Juan Manuel ha ido conservando. El autor ha elegido una voz femenina, pese a que no es difícil descubrir que el sexo impostado no consigue disimular una manera de entender la vida y el amor más característica del hombre. Por otra parte, el tiempo en el que se desarrolla este bolero narrativo se inicia en Roma en 1963 y finaliza en 1998. A lo largo de estos años, el novelista nos zarandea, a través del epistolario, de una parte a otra del Atlántico; de Europa a Chile, a la América Central, a los EE.UU, a México. Tantas idas y venidas contribuyen a conferir a la narración una clave más de parodia y de realismo irónico; la clave de humor que caracteriza el conjunto de su obra. No pueden faltar tampoco en este laberinto temporal las alusiones al mayo francés del 68 y, derivado del mismo, el diseño de unas relaciones interpersonales que corresponden a una concepción del mundo generacionalmente reconocibles. Tampoco han de faltar alusiones a los novelistas del “boom” y a Julio Ramón Ribeyro, “el escritor flaco y peruano y su manera de llegar, como quien no tarda en irse”. Abundarán, además, otros guiños a la literatura hispanoamericana contemporánea. Pese a la sentimentalidad del relato, algo sustancial distinguirá la novela de Bryce de la tradición de la novela “rosa”, al estilo de Corín Tellado, a la que se menciona. Bryce ha trazado una compleja historia de amores en los que el sentimiento y el sexo de la pareja vienen siempre condicionados por el mundo exterior y determinados compromisos morales autoimpuestos. No se mantiene, por tanto, el tópico sistema de fidelidades o exclusivismos. De hecho, ambos lamentarán no haber seguido los cauces adecuados para desarrollar una vida en común prolongada, ya que ésta se limita a los espaciados encuentros, que permiten mantener la llama pasional: “Y es por amor, también a ese bonito yo que no he hecho presión en tu vida en momentos en que quizá un leve peso hubiera cambiado la balanza a favor nuestro. Ni tú ni yo nos hemos atrevido a ser este peso”, escribe esta nueva “Maga”, del signo de Cortázar. El Tarzán del título será, en realidad, Fernanda, quien llevará a menudo la iniciativa de sus encuentros e irá cambiando vertiginosamente de residencia, de un país a otro. Sin embargo, todo ello no le impedirá contraer matrimonio con el chileno Enrique, quien, sabedor de la historia, no pondrá reparos, en principio, a ciertos encuentros resueltos siempre con delicadeza. Ya alejada de Enrique, el compañero que le sustituya será Bob, un paciente norteamericano que aún pondrá menos a una tan compleja relación. En cambio, Juan Manuel mantendrá, una vez logrado un relativo éxito, una relación ambigua con Flor (“Flor a Secas”) en su casa de Menorca, una joven de la que ignorará incluso el apellido y que constituirá la nota trágica del relato, el contrapunto -no sé si necesario- a unos personajes que buscan la felicidad sin renunciar a la alegría. Porque, de hecho, las cartas, los comentarios a las mismas y las llamadas telefónicas que también se integran al conjunto de la materia narrada, vienen a configurar una variante más de las que pueden darse en procesos amorosos que rompen los esquemas tradicionales orteguianos. A menudo, la correspondencia que equivale a la lejanía (paz y nostalgia) se plantea como una relación casi platónica, basada en la amistad, el sacrificio personal, la preocupación por los hijos ajenos, los de Fernanda, siempre alegre y emprendedora, salvo en algunos baches depresivos, que Juan Manuel le ayudará a superar. En el análisis psicológico no se escatiman ni situaciones ni estados de ánimo. Pero todo ello aparece envuelto por el celofán de su fórmula estilística. Los textos de Bryce Echenique se identifican fácilmente. Los diversos ambientes han de permitirle trazar un desolado panorama histórico de la reciente historia salvadoreña o de los problemas del Chile de la represión. Sus personajes viven desplazados en Europa o en los EE.UU. El drama del exilio se esconde tras esta apasionante historia de amor. En resumen esta novela es la historia de un prolongado desencuentro amoroso, el de un hombre y una mujer que se aman pero que son separados por los avatares de la vida. Pero quedan las cartas, los encuentros a uno u otro lado del Atlántico y la certeza de un sentimiento que se sabe fuerte y mutuo.

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