martes, 4 de marzo de 2014

Desigualdad social, diversidad cultural y educación

Los importantes cambios tecnológicos y sociales vividos en las últimas décadas han ocasionado profundas transformaciones en las sociedades de nuestro entorno. Uno de estos cambios sociales ha sido la multiplicación de la diversidad cultural de sus componentes, diversidad que, en ocasiones, es usada como legitimación de la exclusión social que padecen determinados colectivos minorizados, entre ellos, muchos de los inmigrados que proceden de países empobrecidos de otros continentes.
El crecimiento del número de los miembros de estos colectivos, que va a continuar según la opinión de casi todos los expertos, ha planteado nuevos problemas (al mismo tiempo que ha desenterrado otros, no tan nuevos, referidos a la exclusión social del colectivo gitano), respecto a las relaciones entre educación, exclusión social y diversidad cultural.
A una inicial constatación de que existe una falta de marcos teóricos consolidados y de modelos de intervención ajustados al aquí y al ahora, el artículo apunta la necesidad de tomar una cierta distancia frente a los problemas educativos y sociales que plantea esta multiculturización y esta exclusión social crecientes en nuestra sociedad que nos permita distinguir las causas de las disfunciones de sus síntomas. Se requiere el discernimiento necesario para que las cuestiones urgentes no nos hagan descuidar las importantes. En este sentido, el artículo pretende aportar algunas reflexiones sobre algunos puntos básicos, a juicio del autor:
a) El reto educativo más importante no sería conseguir la aceptación de la diversidad cultural en sí misma, sino como educar las actitudes y las convicciones para que no se utilice esta diversidad cultural como legitimación de la exclusión social. No se trataría de poner el acento sobre la diversidad y el hipotético enriquecimiento que supone, sino sobre el hecho de ser iguales en dignidad y derechos.
b) Se hace indispensable una implicación de toda la comunidad educativa y la voluntad explícita de los responsables de las administraciones para que la labor de los centros educativos en esta educación intercultural y contra la exclusión pueda tener alguna posibilidad de éxito.
c) Es urgente acabar con las aproximaciones paternalistas equívocas o folclóricas a estos temas, que ahogan y ocultan los objetivos fundamentales con un simulacro de relaciones interculturales, fiestas y rituales descontextualizados y vacíos de referentes y de sentido.
d) Es preciso reconsiderar y elaborar de forma operativa el concepto de integración. Debe verse como un proceso de liberación colectiva de los mecanismos de exclusión social vigentes, que nos implica a todos, excluyentes y excluidos, proceso que deben iniciar los miembros del grupo mayoritario que son quienes disponen de poder y recursos para hacerlo.
Los objetivos fundamentales de una educación cívica, intercultural y emancipadora, serán, pues, los procesos de enseñanza de las habilidades personales y sociales necesarias para alcanzar esta integración, para gestionar los inevitables conflictos cotidianos que emergerán, y para modificar actitudes y actuaciones en la línea de una mayor implicación personal en la lucha contra toda forma de exclusión social y en pro de la solidaridad.

 Francesc Carbonell, 

lunes, 3 de marzo de 2014

"Un procurador antirracismo",

Los noticieros han cubierto su velorio y en las fiestas pitucas su música es parte del jolgorio, muy tarde, en la madrugada, cuando se vencen los remilgos de clase. Pero que no nos engañe el ‘país oficial’: Edita Guerrero en vida fue una cholita agraciada y poco más, una vocecita flacuchenta y lastimera que hacía recordar a Carmencita Lara y a Maritza Rodríguez. Y Corazón Serrano, su conjunto, no es el Grupo 5 ni Los Hermanos Yaipén. No confundan la cumbia costeña de reminiscencias andinas con lo de Edita y sus amigas, que marca temperaturas de fiebre en el ‘cholómetro’.
He soltado deliberadas frases racistas porque quiero desnudar la hipocresía con la que medio Perú llora hoy a Edita. En primer lugar, no fue Corazón Serrano el que se convirtió en ‘trending topic’ semanas atrás, sino el que las chicas fueran remedadas en “Yo soy”. No confundamos la eficiencia de los ‘community managers’ de Frecuencia Latina con la creencia de que las redes nos han hermanado. Todo lo contrario: el anonimato de muchos tuiteros ha permitido destilar el más asqueroso racismo que aprendieron en familia, cultivaron en el barrio y ejercieron sibilinamente en la chamba. Y, por cierto, vaya incoherencia de Canal 2 la de deplorar el racismo tuitero y a la vez anunciar nuevos capítulos de “La Paisana Jacinta”, ese esperpento que creyendo lanzar una mirada tierna a la migrante paupérrima, en realidad, la afea, la desfasa y la  acompleja. 
En segundo lugar, la muerte de Edita, aunque se debió a un aneurisma que ataca a cualquiera, nos recuerda la fragilidad de estas famas que se desbarrancan en las carreteras, chocan con extorsionadores, son invadidas en su privacidad, maltratadas en los programas de espectáculos  y confundidas con vedettes viperinas. En tercer lugar, la fama póstuma de Edita confirma el divorcio entre la música popular y la música oficialmente promovida, que suele ser la criolla y la andina tradicional. Por suerte, el dial sí recoge la diversidad de sonidos y orejas.
¿Qué hacer? El gobierno está perdiendo la dorada oportunidad de liderar la lucha contra el racismo. Los gobiernos locales llevan la delantera con ordenanzas y operaciones que terminan en sanciones efectivas. Ollanta y Nadine se han frivolizado al igual que la pareja Toledo-Karp, y están más preocupados en hacer el cásting del Gabinete, planificar giras y mantener la estabilidad de la economía sin pisar callos de alcurnia. 
Frente al racismo, al igual que frente a la inseguridad y frente a la corrupción, no hay que ser estabilizador, sino disruptivo. Hay que tener las agallas políticas para tocar temas que suelen ser tabú en los discursos oficiales. El Ministerio de Cultura, en su área de interculturalidad, quiere tener liderazgo en el tema, pero se limita a hacer campañas y canalizar alertas, pues está desarmado de facultades sancionadoras. Sí las tiene el sector Educación, Trabajo e Indecopi.
Ya es hora de crear una procuraduría antidiscriminación, o empoderar a una oficina con ese fin, para que identifique a algunos de esos tuiteros de marras y enjuicie a alguno, a ver si escarmientan los otros; para que nos regale casos y castigos ejemplares. Ojalá vea cumplirse uno de mis sueños igualitarios: ver presos a esos borrachos soberbios que insultan a los policías cuando los pillan y ver a todas las razas en las páginas de cotilleo social.
 FERNANDO VIVAS

DAR ES DAR

Hoy ya pasaron ocho dias de mi cumpleaños definitivamente jamás lo olvidaré porque fue diferente estuvo lleno de sentimientos, se juntó la a...