martes, 4 de junio de 2013

Culturas Emergentes, Culturas Decadentes

Ésta es una época de transición. La sociedad de nuestros días representa tanto la culminación de un largo proceso evolutivo que denominamos «modernidad» como el advenimiento de un nuevo modelo de civilización al que nos referimos con expresiones tan diversas como «sociedad postindustrial», «sociedad de la información», «sociedad compleja» o «sociedad posmoderna». Nos encontramos entre una sociedad que no termina de morir y una sociedad que no acaba de nacer.
Nuestra generación es una generación de transición. El pasado ha dejado de ser una referencia segura para entender el presente y se vislumbra el futuro como una proyección imprecisa de las tendencias del presente. La confusión y la perplejidad a menudo son sentimientos que experimentamos cuando observamos la realidad cambiante de nuestros días.
A diferencia de las últimas generaciones que experimentaron cambios de civilización (finales del siglo XVII, siglo XVIII, final del XIX y comienzos del xx), nuestra generación esta huérfana de pensamiento comprensivo, es incapaz de crear nuevos ideales emancipadores. Sabemos que estamos protagonizando un cambio de civilización, pero no sabemos comprenderlo en su totalidad. Como espectadores de este proceso, se nos hace difícil romper con el aparente anonimato de la innovación tecnológica, del avance científico y de la nueva forma de racionalidad que impone la industria transnacional, el gran capital financiero, las administraciones públicas y las técnicas de la ingeniería social.
Ésta es una realidad opaca. La sociedad se complica progresivamente y el sujeto se diluye en el conjunto de las transformaciones impulsadas por la tecnología, la ciencia, la industria y la administración. Cada vez es mas difícil entender de qué manera un componente social encaja en el todo social. Esto se produce porque cada sector de la sociedad tiende a disponer de una autonomía organizativa fundamentada en la especialización de los conocimientos que le son propios. Nuestra sociedad parece descentralizada, sin vértice, como dice Luhmann, pero en la que el conjunto de los sectores se nos muestran cada vez como mis interdependientes.
En una realidad opaca como la nuestra es difícil establecer limites exactos entre la cultura y la economía, entre ésta y la política, entre el espacio que es público y la privaticidad.
La cultura es una realidad en transformación. Cuando se produce un periodo de transición como el actual, la cultura siempre se manifiesta como una de las realidades sociales más sensibles. De hecho, las transformaciones culturales anuncian las transformaciones sociales futuras.
La cultura ha sido uno de los sectores sociales que mis intensamente ha experimentado el impacto transformador de nuestros días. En la reflexión cultural se pueden observar todos los componentes que definen a nuestra sociedad: la creciente opacidad, su complejidad, la decadencia de la modernidad, el impacto de las innovaciones tecnológicas, la pseudoindividualización del consumo, el impacto de la nueva racionalidad técnica y administrativa, el estallido de la centralización en la producción de la cultura y del pensamiento, los nuevos creadores de opinión pública y la desaparición de los intelectuales tradicionales.
La reflexión sobre la cultura ha adquirido, en los últimos años, una dimensión pública muy notable como resultado de una evidente necesidad de entender el cambio que estamos experimentando. Sin embargo, esta reflexión tiende a empobrecerse como consecuencia de su focalización alrededor de la definición de la cultura o de cómo evaluar la tradición cultural a la luz de las transformaciones actuales. Este tipo de discusión cae en la tendencia a reinterpretar las definiciones clásicas ejemplificadas con lo que E. B. Tylor estableció en el año 1971 en Primitive Culture:
La cultura comprende los conocimientos, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otra capacidad o hábito adquirido por el hombre como miembro de la sociedad.
Creemos, no obstante, que la nueva situación cultural exige un nuevo planteamiento que se aleje de la simple voluntad de redefinir el concepto de cultura o de establecer formas de colaboración entre las culturas tradicionales alejadas del reconocimiento explícito del conjunto de las tendencias que señalan el actual proceso de cambio cultural. Es necesario reconocer las causas y finalidades subyacentes al proceso de fragmentación cultural y de especialización de los públicos, el surgimiento de nuevas culturas y el consiguiente estancamiento de las culturas tradicionales, la pérdida de la individualidad critica como elemento fundamentador de la producción cultural y la nueva universalidad de la cultura industrial. Éstas son algunas de las tendencias que orientan la evolución cultural en los países industriales. Y será nuestro objeto de reflexión.

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